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Coronación de la Virgen Santísima en los hogares



“Jesús es el Rey de los siglos eternos por naturaleza y por conquista; y por Él, con Él, subordinada a Él, María es Reina por gracia, por parentesco divino, por conquista, por singular elección. Y su reino es inmenso, como el de su Hijo y Dios, pues que de su dominio nada queda excluido.


Por eso la Iglesia la aclama Reina de los cielos y de la tierra, gloriosa, dignísima, Reina del Universo, Regina de los Cielos, gloriosa y dignísima Reina del mundo; y nos exhorta a invocarla día y noche entre gemidos y lágrimas de que está lleno este destierro:


“Salve, Reina y Madre de misericordia; vida, dulzura, esperanza nuestra. Ésta su realeza es esencialmente maternal, exclusivamente benéfica” (Pío XII, Radiomensaje a las solemnidades de Fátima, 13 de mayo de 1946) que mueve también a la Iglesia a rogarle “como Reina de los Ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes, de todos los santos”. (Ibid) Y también Reina de la Paz.


Éstos son algunos de los nombres que integran las seculares Letanías Lauretanas, que muchos, desde siglos rezan luego del Santo Rosario en Familia. Los enumera Pío XII, que podríamos decir fue el Papa de la Realeza de María.


Y bien, Juan Pablo II, ante la avalancha de males que atacan la sagrada institución familiar, nos indica recurrir a la Virgen para defenderla. Y por eso mandó incluir en esas Letanías la invocación Reina de la Familia.


María es Reina de la familia cristiana. La Virgen Madre de Dios es coronada como Madre y Reina de ciudades y regiones, de la misma manera que ciudades y regiones se han consagrado a su Corazón Inmaculado, haciéndose eco de sus pedidos de Fátima: “Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado, a quienes la abracen prometo la salvación y que sus almas serán queridas por Dios como flores puestas por mí para adornar su Trono” (Palabras de la Virgen en Fátima, el 13 de junio de 1917, cuando mostró su Corazón Inmaculado)


Consagración y coronación van unidas estrechamente en nuestra vida espiritual. Porque si nos consagramos totalmente a Ella, a su Corazón, la hemos proclamado Reina del mismo, valiendo eso mismo para nuestras familias y hogares. La coronación que se nos propone realizar, debe ser el fruto de nuestra consagración personal y familiar, y se realiza para exteriorizar una realidad interior, para recordar esa consagración de continuo de modo que nos ayude a vivirla, que es lo más importante.



1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho su blog, le invito a ojear el mío: http://creoendios.blogspot.com.es/

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